Presencia Global
29 de Mayo de 2019 | 12:26
Marketing

Los makerspace y la utilidad de su financiación

Es curioso que a estas alturas de nuestra vida digital y globalizada nos hayamos acostumbrado a escuchar cientos de anglicismos que describen realidades universales comunes.

El marketing, por ejemplo, está lleno de ellos. Sin embargo, desconocemos todavía numerosos términos que, como los demás, ya están empezando a extenderse por el resto del mundo.

El motivo es que describen conceptos y situaciones aún incipientes, pero que seguramente acabarán por implementarse en el futuro del mundo moderno. Uno de esos conceptos es el de makerspace, cada vez más presente en bibliotecas y centros de documentación de todo el mundo.

¿Pero qué es el makerspace? Si atendemos a la etimología de esta palabra compuesta, en inglés significa «espacio de hacer»; y es literalmente eso, un espacio que las bibliotecas modernas, más interesadas en facilitar la vida a los usuarios que en conservar libros, y también en la interacción entre dichos usuarios, facilitan para que las personas que acudan puedan crear su propio contenido original.

En otras palabras, un makerspace es un espacio de do it yourself adaptado al ámbito bibliotecario, y como tal incluye numerosos materiales y recursos tecnológicos, tales como ordenadores, cuadernos para apuntar ideas o incluso impresoras 3D.

Esto también significa que, naturalmente, la biblioteca debe destinar una parte de sus fondos a la creación y apertura de estos espacios. Si es pública, serán ayudas estatales; y si es privada, los empresarios aportarán de su propia economía o mediante créditos rápidos de WannaCash.es.

Lo que resulta evidente es que los makerspaces permiten impulsar la creación de contenido original entre usuarios diversos y, con ello, facilitar su aprendizaje y el trabajo colectivo. No solo tecnológico, sino también relativo al mundo de la autoedición de fanzines o la tecnología industrial.

Merecería la pena que las bibliotecas públicas españolas empezaran a poner en práctica esta estupenda idea.

Sin embargo, comenzamos a tener los primeros referentes, como la biblioteca de creación Ubik de Tabakalera situada en Donostia, San Sebastián. Las bibliotecas especializadas privadas también podrían explorar la posibilidad y empezar a indagar en un comparador de préstamos online. Habilitar un makerspace no exige un gasto desorbitado.