Presencia Global
8 de Marzo de 2021 | 10:43
Alimentación

Entre tartas, roscones y pastelerías industriales

Una de las cosas que más echamos de menos de las Navidades, vamos a ser honestos, son los dulces y los pasteles, y en particular es probable que hasta bien entrado el verano sigamos fantaseando con los roscones de Reyes que se elaboran de forma artesanal en las fábricas de pastelería. Sin embargo, parte de lo que hace deliciosos a los roscones es precisamente que se comercializan, o deberían, solo en épocas navideñas, en diciembre y enero y, como muy pronto o muy tarde respectivamente, en noviembre y febrero. Si comiéramos roscón todos los meses, ¿Qué sentido tendría luego la magia del 5 y el 6 de enero? Por eso, si tenemos ganas de disfrutar de un pastel delicioso, a lo largo del año tenemos otras opciones.

Resulta que, cuando nos damos una vuelta por cualquier pastelería industrial de Madrid, lo que nos resulta extremadamente complicado es escoger una sola tarta, una sola galleta, un solo pastel. Es entonces cuando los roscones empiezan a diluirse en nuestra memoria, ya que, en realidad, tomamos conciencia de que hay otros dulces igualmente deliciosos y adecuados para el resto del año. Las torrijas y las tortas de carnaval, por ejemplo, son lo más adecuado en las fechas carnavaleras de febrero, a pesar que por desgracia, la pandemia de la COVID-19 ha cancelado la fiesta este año.

Con o sin pandemia, una fábrica de pastelería siempre va a seguir ahí, surtiendo a lo largo de todo el año a los amantes del dulce de creaciones tan estéticas como deliciosas para el paladar. Por supuesto, con todod los protocolos de desinfección, limpieza y seguridad necesarios que las normativas actuales exigen. Además, en algún momento, puede que alguna de las personas con las que convivimos cumpla años, o anuncie que se casa, o comente que le han dado el trabajo de sus sueños.

Eso nos proporciona la excusa ideal para comprarnos una tarta preciosa y riquísima que hará de este año, todavía demasiado duro, algo inolvidable a pesar de todo. Así, sin comerlo ni beberlo, el año pasará, las Navidades volverán y los roscones, siempre eternos, volverán a nuestro punto de mira. No podría ser mejor.